Para poder explicar el surgimiento de la Masonería en nuestro país, debemos remontarnos a sus inicios. La Masonería surge en el ámbito de las corporaciones de Constructores ( la palabra masón deriva del francés macón que significa albañil); estos grupos o gremios de constructores se reunían en la edad media con la finalidad de llevar adelante las grandes obras arquitectónicas propias de la época, básicamente catedrales y castillos, como así también otro tipo de obras de envergadura. estas logias operativas o gremios de constructores, tenían la particularidad del secreto. Su saber estaba guardado por los maestros de la logia y solo era transmitido a los iniciados o aprendices. Estos conocimientos, tenían que ver con el arte de la arquitectura y de la construcción, la geometría pitagórica y otros conocimientos de la naturaleza, necesarios para su trabajo.
Con el paso del tiempo, el fin del auge religioso y la culminación de la edad media, estos obreros, vieron disminuido su trabajo, con lo cual, comenzaron a aceptar no solamente constructores o albañiles, sino también personas de diferentes ámbitos. Ya su trabajo se volvió filosófico o especulativo. Se usaban las herramientas de la construcción, no con un fin operativo, sino filosófico "construir el templo dentro de nosotros mismos".
En 1714, un ex funcionario de una logia de la masonería operativa, que había desempeñado el empleo de capellán, el Dr. James Anderson, pastor presbiterano, empezó a capacitar en las ideas y prácticas masónicas a una serie de burgueses y aristócratas vinculados a la recientemente instaurada dinastía de Hannover.
En 1717, los miembros de las 4 logias de Inglaterra fundan la Gran Logia de Inglaterra, eligiendo como Gran Maestro a Anthony Sayer. Anderson y otro de los primeros iniciados, Desaguliers, elaboran una Constitución, que es aprobada en 1723. Este documento, es conocido como “las constituciones de Anderson”, base de lo que hoy conocemos como Masonería Regular.
Las ideas masónicas y los ideales de Libertad , Igualdad y Fraternidad fueron difundiendose por el continente Europeo Primero, hasta llegar a nuestro continente y nuestro país a principios del siglo XIX
Las primeras incursiones de la Masonería en nuestro país, tiene que ver con las ideas liberales y emancipadoras que tenían en mente nuestros proceres por aquella época. Según el historiador argentino Emilio Corbiere, la masonería llegó al Río de La Plata a finales del siglo XVIII, influida por la masonería española y no por la inglesa como se ha creído. Cuando San Martín, Alvear y otros patriotas llegaron a Buenos Aires en 1812, la Orden ya estaba implantada: existía la Logia Independencia en 1795 y en 1810 se estableció una homónima, presidida por Julián Alvarez, la cual se llamó Logia de San Juan, y suministró los elementos básicos para la Lautaro. Las Lautarinas fueron Logias Masónicas Operativas, no en el sentido tradicional del término, sino con objetivos revolucionarios, además de simbólicas; de ahí el error de muchos autores, incluso masónicos, que permitió generar fabulas impulsadas por los escritores católicos y antimasónicos en general. San Martín fue iniciado masón en la Logia Integridad de Cádiz y de allí pasó a la Logia Caballeros Racionales Nº 3, donde recibió el Tercer Grado de la masonería simbólica, el de Maestro Masón, el 6 de mayo de 1808. Posteriormente funda con Alvear la Logia Caballeros Racionales Nº 7.
La masonería Argentina, como se la conoce ahora, tuvo como partida de nacimiento la constitución de la Gran Logia, el 11 de Diciembre de 1857. Esta constitución produjo un complicado trámite a raíz del virtual enfrentamiento entre Miguel Valencia (1799-1870) que provenía de una familia unitaria que había retornado del Brasil, luego de un extenso exilio, y José Roque Pérez (1815-1871), un federal que había sido funcionario diplomatico durante el gobierno de Rosas.
Desde luego que no fueron los ingleses los que reconocieron a los masones argentinos. Valencia tenia poderes conferidos por la masonería brasileña, ajena a la tradición argentina, y Pérez,relaciones estrechas con la Gran Logia de Montevideo, que era el centro masónico fundamental en el Rio de la Plata.
Miguel Valencia era, como Pérez, un jurisconsulto. En 1832 había sido redactor de El Telégrafo del Comercio, pero al poco tiempo tuvo que abandonar Buenos Aires por la persecución rosista y se trasladó al Brasil, donde dictó varias cátedras de derecho en la Universidad de Río de Janeiro y colaboró en el periodismo.
Después de Caseros, Valencia fue miembro de la judicatura, dictó cátedra en la Facultad de Derecho porteña y, a partir de 1853, formó parte del Senado bonaerense en la fracción antiurquicista. Era un orador fogoso y su actividad política fue favorable al partido porteño.
En la masonería lo había iniciado el doctor Julián Alvarez (1788-1843), figura clave de la masonería en mayo de 1810. Valencia militó en la masonería chilena y en la "Logia Capitular Regeneración", de Niteroi, Brasil.
Al retornar a Buenos Aires, mantuvo diferencias con José Roque Pérez, apresurados a crear, a principios de 1857, el denominado "Gran Oriente de la Confederación Argentina", pero su esfuerzo fue efímero y poco aglutinante. José Roque Pérez y la amplia mayoría de los masones de la época no querían una masonería unitaria sino que pretendían otra que impulsara la unidad nacional. En pocos meses, Pérez recorrió las tres logias que reconocían el liderazgo de Valencia y lo dejó sin base de sustentación. Con las que le respondían y con aquellas que se habían agrupado junto al doctor Valencia, José Roque Pérez fundó la actual Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.